Puedes ser la persona más feliz
del mundo. Puedes estar sonriendo 23 horas de cada día. Puedes llorar de
felicidad. Puedes sentirte completo. Puedes tener millones de motivos para
celebrar. Pero no importa. No importa porque las cosas más bonitas suelen ser
las más frágiles. Y basta una sola palabra, un gesto o una mirada para bajarte
de tu nube y empezar a atormentarte con viejos fantasmas. No te lo explicas,
porque apenas unos minutos antes radiabas felicidad…pero sucede. No te das
cuenta, ni encuentras una explicación, pero de repente te encuentras perdida. Y
piensas que tal vez tú tienes la culpa, que no sabes perdonar y que hay retos
demasiado grandes incluso para ti que te creías invencible. Te escuece, cierras
los ojos y una lágrima se te escapa. Entonces te das cuenta de que hay heridas
que aún no han cerrado, y te asusta pensar que no vayan a cerrar nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario