miércoles, 30 de octubre de 2013

Como siempre, como nunca

Aquellos días en los que demandaba tu atención con más ahínco que de costumbre, en los que tú me llamabas pesada y declinabas mis intenciones con excusas torpes, sólo quería contarte que no estábamos perdidos; que aún nos quedaba mucho amor por gastar y que tus brazos seguirían siendo el mejor lugar del mundo mundial y alrededores durante muchas vidas más.

Quería decirte que al fin, después de tanto tiempo y todavía más dolor, había encontrado todas las respuestas que volverían a reconstruir nuestro mundo derruido. Ansiaba explicarte que ya lo entendía, que la culpa no había sido tuya, ni mía... que simplemente tú aún no sabías qué era el amor porque nunca nadie te lo había enseñado. Descubrí que no era cosa nuestra, sino que simplemente era cosa del dichoso destino, de la vida -tan insolente a veces-, que no te había dejado experimentar algo tan grande como el amor. Tan solo era algo que no entendías, como cuando el físico ilustra al filólogo sobre física cuántica. 

Sólo quería decirte que aún no estábamos perdidos y confesar aquel secreto tan tristemente guardado en lo más profundo de mí: te quería con locura (como siempre, como nunca). Te iba a decir que te regalaba todo mi tiempo, mi paciencia y mi corazón mil veces reconstruido... hasta el día cualquiera en te dieras cuenta de que el "amor" era exactamente todo lo que yo te brindaba. Deseaba explicarte que estaba dispuesta a esperarte y a volver a partirme en mil pedazos tantas veces como tu ajeno corazón necesitara.

Pero entonces, aquellas palabras tuyas, arrasaron por completo con mis fantasías; cortaron esa ya deshilachada cuerda que peleaba sin descanso para unir mi corazón a la esperanza de que al fin volvieras... 

Y así fue como al final el silencio nos ganó la última batalla. Recogí mis filosofías, mis falsas ilusiones y tristes esperanzas vacías con la única certeza que me habías regalado: tan solo eran excusas a las que poder agarrarme cada vez que con tus actos me gritabas que no me querías.

Y con todas esas ilusiones, esperanzas y fuerzas... volví a empezar. Como siempre, como nunca. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Opositar en compañía

Nunca pasé por la fase de querer ser artista. Desde bien pequeña (algo así como los 12 años) sabía cuál sería mi destino; a qué sueño dedicaría la mayor parte de mis fuerzas e ilusiones. Así, como todos mis compañeros, saqué Selectividad, me licencié en Derecho y comencé a caminar hacia mi meta.

Todo comenzó de la manera más normal; que si abriendo el paquete que contenía el libro de Teoría General, que si el primer -y desastroso- cante, comprar un cronómetro...y, en fin, las cosas que hace un opositor al uso... con la energía, fuerza y esperanza que siempre te arropan al inicio de cada aventura.

Así continuó todo. Civiles, Penales... manual tras manual intentando ser cada día un poco mejor. Hasta que un día todo empezó a cambiar. Y es que mi vida se llenó de luz; mi camino de compañeros que en cada cante me cogían de la mano, y a quienes yo cogía con la misma fuerza cuando era su turno... Compañeros que suplían a la perfección cada uno de mis despistes entre tanta actualización, modificiación e  historias varias. Mis mañanas se llenaron de buenos días y las noches de mejores noches. Los minutos antes del cante el móvil empezó a arder en mi mano con mensajes de ánimo y apoyo... y al salir, personas esperando noticias

Y no sólo eso. Llegaron a mi vida nuevos confidentes, amigos, grandes personas que enriquecieron mi mundo desde el primer momento. Y empezamos a visitarnos: Alicante, Madrid y los sitios que aún nos faltan. Sin olvidar los sitios que conoceremos juntos, después de haber llegado al final (en 2, 5 ó 30 años)... compartiendo siempre todo lo vivido.

Jamás pensé que de esta oposición sacaría (además de un buen trabajo) personas que, al final, se han convertido en pilares fundamentales de mi vida. Y por eso quería, desde aquí, daros las GRACIAS.

Gracias por vuestra compañía, por vuestro apoyo, por los ánimos, por ser, por estar... Gracias por ensñarme la grandeza de opositar en compañía.

Os quiero, lo sabéis.