sábado, 26 de mayo de 2012

Siete

Hoy es un día grande. Hoy hace 7 años que se encendió la luz que ilumina mi vida; la luz que, desde entonces, me ha guiado, me guía y me guiará en el camino hasta el fin de mis días.

Es muy difícil expresar con palabras cuánto te quiero, pequeño. Puedo intentar hacerlo explicando que cuando tú sonríes el mundo se para y que cuando tú estás triste todo es gris. Podría decir que tú eres mis ojos, mis manos, mi corazón, mi alma…decir que eres mi vida. E incluso si te dijera que cuando me abrazas todo a nuestro alrededor desaparece y me llenas de energía y paz a partes iguales probablemente poca gente lo entendería. Y si te dijera que eres mi principio y mi final también me estaría quedando corta.

Porque es mucho más que eso. Es mucho más de lo que se puede expresar con palabras…y por eso hemos creado nuestro propio lenguaje. El lenguaje a través del cual con una sola mirada sé si me estás engañando…a la vez que tú sabes que te he descubierto. Ese lenguaje que aprendí en una de esas noches, que al acariciarte justo en el centro de la espalda ríes durante, al menos, 20 segundos sin parar. Tu mirada al verme llegar a tu comedor, cómo intentas rehuirla para hacerte el sorprendido en cuanto me acerco a besarte por detrás… ¡delante de todos tus amigos! Sí…justo esa mirada que me dice que ya eres mayor, aunque no lo suficiente como para no ilusionarte cada jueves al verme cruzar la puerta. Hemos creado el lenguaje en el que con tus besos sabes calmar cualquier herida, por su dulzura, por su propia despreocupación. O ese lenguaje, que te ha enseñado que el día del preparador estoy especialmente nerviosa y entonces me preguntas si es que hoy tengo “profesor” y me recuerdas que siempre lo hago bien y que no entiendes por qué estoy tan nerviosa. En nuestro lenguaje, en el que tú sabes lo orgullosa que me siento de ti cuando llegas a casa y me cuentas que un amigo del cole estaba pegando a unas chicas, que tú le has dicho lo horrible que es pegar a las chicas…y que finalmente has tenido que pegarle tú para protegerlas.

Ése es nuestro lenguaje, a través del cual pretendo transmitirte cada día cuánto, cuánto, cuantísimo puedo llegar a adorarte.

Feliz Cumpleaños, pollito.