"Este año
He descubierto que las ilusiones no son tan fuertes como las personas, que se apagan si no se avivan.
He comprendido que, a veces, por muy sincero que sea aquello que sientes es mejor callar, pues ya se sabe lo que se dice: cada uno es dueño de sus silencios pero esclavo de sus palabras.
He comprobado, que las cosas no son siempre como y cuando uno quiere, que todo lleva su tiempo y que incluso, puedes llegar a no conseguir aquello que ansías.
He sabido que sentir dolor es inevitable pero que, sin embargo, sufrir es opcional.
Me he dado cuenta de que debería valorar más todo lo que tengo y no lamentarme por (lo poco) que no tengo, ya que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita.
Y, a pesar de la gran carga de veracidad que tienen los refranes citados, no son todos ciertos, pues a veces es mejor estar mal acompañado que solo. Sin embargo, paradójicamente, sé que debo aprender a racionalizar mis sentimientos y a elegir bien con quién compartirlos.
Pero lo más más más gracioso, es que pese a todo lo que he descubierto, comprendido, comprobado y sabido, yo sigo pensando que las ilusiones son más fuertes que las personas; que cuando se quiere de verdad hay que gritarlo; que siempre que luches, tarde o temprano, obtendrás la gloria; que sufrir es tan necesario como amar.
Así que, solo me queda decirles a todas las personas que han tratado de enseñarme todo eso que su labor conmigo,no tiene fin."
Este texto es del 31 de Diciembre de 2007. Puedo comprobar que sigo siendo exactamente la misma, y posiblemente debería reprenderme por eso. Pues desde entonces hasta ahora he vuelto a caer mil veces en los mismos errores. Y sigo sin arrepentirme. Y sigo eligiendo mal. Y sigo soñando, deseando y añorando. O sea, que sigo sin aprender nada.
¿En qué me convierte todo esto? En una idiota, dirían algunos. En un ángel, dirían otros. En cambio, yo diría que más que convertirme en nada o en nadie, dedico todos mis días -con sus aciertos y sus errores- a reconvertirme en mí misma. No creáis que es cosa fácil, pero lo cierto es que me divierte saber que no hay nada que pueda con esa parte de mi inocencia que, pese a tanto maltrato, nunca muere porque siempre encuentro algo con qué soñar y, en consecuencia, por lo que luchar.
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