Si existe un dolor profundo y agudo en esta vida es el que causa la pérdida de un hijo pero, por si eso fuera poco, en este caso no hablamos de perdidas, hablamos de robar. Porque, al asesinar a Marta del Castillo no han robado sólo su vida, sino también la de toda su familia. Pero no, no se conformaron con eso, fueron más allá e hicieron desaparecer el cuerpo de una niña y, con él, toda posibilidad de un mínimo consuelo para aquellos que la querían.
Es injusto, eso lo pensamos todos. Pero lo que es injusto de verdad es que unos padres se vean privados de su hija y además no sean compensados con la justicia que un Estado de Derecho debería entregarles.
Momentos durísimos los de la incertidumbre, la pérdida, el desconsuelo, juicios, mentiras, lágrimas. Ignorancia al creer que, finalmente, tanto dolor serviría para, al menos, hacer justicia y que aquellos que robaron tantas cosas a tantas personas pagaran por ello.
Y se quedan así, con un único culpable y una mísera condena de 20 años por asesinato. Decepción, más dolor, desesperanza, agonía, pérdida, sufrimiento, fracaso, incomprensión.
Soy jurista y madre. Por sentencias como las de Marta del Castillo, a día de hoy, me da vergüenza dedicarme a lo que me dedico.
Éste es un pequeño espacio; mi espacio, pero desde aquí quisiera mandar todas mis fuerzas y ánimos a unos padres que, sin duda, han dejado de vivir.
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