Cuando todo acabó intenté necesitarte o, al menos, echarte de menos. Intenté pensar en los buenos momentos que habíamos pasado juntos para ver si conseguía derramar alguna lágrima. Intenté, incluso, sentirme culpable por conocer a otras personas. Intenté tantas cosas porque pensé que después de tanto tiempo era lo que debía sentir.
Pero, sin embargo, pese a tanto intento no conseguí ninguna de esas cosas. No pude echarte de menos porque, realmente, no había nada que echar de menos. Y no había nada que echar de menos porque tú no me dabas nada que no tuviera ya gracias a otras personas que ya formaban parte de mi vida. No te eché de menos porque no necesitaba nada de lo que me dabas.
No lloré porque, primero, consideré que ya había llorado bastante y, segundo, porque al intentar coleccionar buenos recuerdos contigo me di cuenta de que todos y cada uno de ellos estaba empañado con alguno que otro malo (normalmente más de uno).
Y sí, me sentí culpable. Pero me sentí culpable por no ser capaz de sentir nada después del final. Me sentí culpable porque, al darme cuenta de que todo había –al fin- acabado, lo único que alcancé a sentir fue un gran torrente de ilusión al saber la vida que me esperaba sin ti. Sentí paz y tranquilidad… Sólo conseguí sentir que la primavera había vuelto de nuevo a mi vida para llenarla de un montón de colores brillantes, y que lo único que te habías llevado de mí era un largo y crudo invierno.
Fatima sinceramente me encanta!! (L)
ResponderEliminarMe alegro mucho!! :)
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ResponderEliminarSi queremos, siempre podemos estar en primavera, esa primavera feliz y colorida en la que sentir la paz y tranquilidad que a veces perdemos por el camino... Además con los días que está haciendo este nuevo año, aún es más fácil! Muaak! ;)
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