El grandísimo placer de ser el mundo de una pequeña personita rubia, de saber que es tuyo y que nunca habrá nada que supere un amor tan puro. Esos pequeños placeres como una cerveza fresca a media mañana acompañada de la sensación de plenitud porque has cumplido con tus objetivos matutinos. Una comida rodeada de tu familia, o amigos, o de esa persona especial, en la que el ingrediente principal son un millón de risas. El pequeño gran placer de saber que hay alguien que te echa muchísimo de menos y que se muere por verte…sentir eso, y saber que es correspondido. El pequeño placer de un jueves del amor, cuando conseguimos juntarnos todos –o la mayoria- para ponernos al día de nuestras venturas y desventuras, para no olvidarnos de la falta que nos hacemos. El placer de saber que estás cumpliendo un sueño, paso a paso y, por supuesto, la absoluta certeza de que lo vas a conseguir. El pequeño placer de meterte en tu cama y, una vez bien arropada, darte cuenta de que estás tomando grandes decisiones. El pequeño placer de descubrirte cada día un poco más y, ese gran placer de no dejar de sorprenderte a ti misma; de no encontrar límites, ni fronteras, ni nada que pueda contigo. El pequeño placer de un olor que te recuerda momentos perfectos. Las canciones que describen aquel sentimiento que nunca habrías podido descifrar. El pequeño placer de recibir un mensaje, sólo porque eso significa que esa persona está pensando en ti. El gran placer de saber que, todo eso, es lo que la gente llama felicidad.
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