viernes, 7 de febrero de 2014

Entre tronos y coronas

De toda la vida nos tienen acostumbradas a hablarnos de príncipes y ranas. Que si el príncipe azul llegará en su corcel blanco para rescatarnos con un dulce y suave beso de fresa (aquí ahora pega lo siguiente: [...]). Y claro, cuando el príncipe azul de turno no es más que un pobre diablo miembro de la banda de Aladdín, es que entonces no era un príncipe, sino una rana. Continúa el tema con un "vaya ojito tienes", y te animan diciéndote que no te preocupes, que ya llegará el príncipe adecuado; que además de no desteñir y/o convertirse en rana, te hace la colada y saca a pasear a tu principesco cachorro.

Después del fatídico descubrimiento de que tu príncipe es miembro de una banda organizada, viene el episodio de la "princesa destronada" o "princesa sin corona" o cualquier otra gilipollez por el estilo.

Claro, con esta cronología una piensa que realmente para ser/sentirse una princesa necesitas a un príncipe azul que te sostenga las bolsas y te lleve de paseo (después de hacerte la colada y pasear al chucho). Ese príncipe de mirada azucarada, labios de canela, tupé engominado y camisa por dentro. Todo esto como si tener un príncipe-bandido-mafioso fuera conditio sine qua non para ser titular del trono de tu reino

Ya después de unos cuantos autos de procesamiento de tus respectivos príncipes, de esa sensación de princesa destronada, sin corona y sin reino donde pinchar ni cortar, te despiertas. Resulta entonces que te das cuenta de que ni príncipes, ni ranas, ni corceles, ni bandidos, ni gominas que valgan. Que tu reino es tuyo y que tú no eres princesa, sino reina.

Descubres así que en tu reino de cervezas, pitillos, vaqueros ajustados, tacones y carmín fucsia no hace falta príncipe ni bandido. Y que, para cuando éste aparezca (que por cierto, está al caer), no será un querubín engominado hasta las cejas digno top model de anuncio de colonia de Navidad, sino un hombre con barba de tres días, camiseta por fuera, de mirada felina y manos grandes. No te llevará a su castillo, pero creará un reino en cualquier rincón del mundo. Un reino donde quiera que él se encuentre porque, al final, es ahí donde todas queremos reinar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario