Lo intentas. Una y mil veces. Pero no hay nada que puedas hacer, ya ni siquiera el aire te alcanza. Estás vacía. De repente la oscuridad, el limbo, la pérdida.
Necesitas algo, o más bien a alguien. Una mano - ya da igual la de quién-, que te haga sentir que tú eres aire, luz y olimpo.
Y descubres que es por eso por lo que tenemos dos manos.
Te necesitas.
Date la mano.
Y respira.