Que no pienso en ti, dices. Entiendo que lo creas y no te culpo, soy consciente de la mudez de mis sentimientos. Pero si supieras que cuando amanezco, mis ojos se animan a abrirse deseando encontrar tu cara somnolienta y tu sonrisa eterna. Que esa sonrisa es causa y efecto de la mía. Si supieras, también, que cada sorbo del primer café de la mañana (y del último, y del de en medio) me recuerda al color de tus ojos, castaños a veces, cuando derrochan ilusión y casi negros, cuando derraman tristeza. Pienso también que ojalá pudiera prepararte otro a ti, como te gusta: oscuro, con la leche caliente y media cucharada de azúcar moreno, simplemente para concederme a mí mismo el placer de verte acercar tus labios lentamente a la taza, y que lo pruebes y me sonrías y me digas que está perfecto y que sólo yo sé cómo te gusta. Si tuvieras la más mínima idea de que cuando me lavo los dientes medito acerca de tu boca, de cómo la perfección alcanza su máxima expresión en los vértices de tus labios, tan perfectos, tan definidos, tan suaves y tan míos. Y que entonces me muero por besarte de nuevo. Si supieras, cariño, que mientras miro mi armario en busca de con qué vestir estas ganas de ti, sólo puedo ver tu cara de niña cuando me pongo tu camisa preferida, esa azul que compramos juntos y que sonrío, tontamente, al imaginar tu cara de horror ante mi camisa marrón.... Si supieras que en ese momento sólo deseo que cualquiera de mis camisas esté tirada en el suelo de tu habitación y que seas tú quien me vista con el rastro de sus besos. Si en realidad supieras, ay amor, que pienso en ti en cada paso que doy cuando me dirijo al trabajo y que en silencio pienso que camino hacia ti, hacia tus brazos siempre listos para recibirme y que, inconscientemente, sin querer, mi cuerpo se prepara para recibir todo tu peso, como cuando después de mucho tiempo sin vernos saltas contra mí, tan liviana, tan libre, pero conmigo. A lo mejor no ceerías que no pienso en ti si supieras que cada vez que tengo ocasión reviso el móvil por si me has mandado un mensaje recordándome cuánto me quieres, o mejor, que AÚN me quieres aunque creas que no pienso en ti... Y que si no lo hay, al menos me deleito con la imagen de tu sonrisa que decora mi fondo pantalla. Y mi vida, eso siempre. Y si además supieras que a la vuelta, tonteo con la idea de coger el camino en dirección a tu casa para que me regales un beso de buenas noches que me permita, al menos, soñar que estás durmiendo a mi lado. Si supieras, que mientras estoy en mi cama, listo para afrontar otra noche sin ti, sólo pienso en meterme en la tuya y decirte al oído, "mi amor, ¿cómo puedes creer que no pienso en ti?".