sábado, 29 de septiembre de 2012

Vitaminas para el alma

Hoy hace un día precioso. Poco a poco voy descubriendo cuántas cosas he estado perdiéndome entre tanta oscuridad. Por ejemplo, dormir durante toda la noche sin nada que me inquiete o reír por la mañana sin miedo a que alguien me diga que no...como dice aquella canción. Disfrutar de la lluvia, simplemente, observando desde mi torre cómo se funden cielo y mar en una visión realmente exquisita. Tener esas cosas pendientes con personas especiales, como ese café en el Orient Express cualquier tarde de lluvia. Dejarme sorprender por las personas, por el mundo, regalar mi sonrisa sincera, sin miedos, sin complejos, sin expectativas.  Ponerme guapa, unos vaqueros, labios rojos y el rimel y sentirme bien, a gusto, sólo porque me gusta verme brillar. Porque no hay nada que me apague, porque ahora, al fin, todo suma y nada resta. Un cine en compañía, no tener que pedir nada, sino simplemente esperar a recibir de aquellas personas que realmente desean dar. Los mensajes de buenos días, buenas tardes y buenas noches, sin más intención que sacarte una sonrisa. La cerveza, la risa, el humo, la cercanía, el cariño desinteresado, la gratitud, la coherencia, el apoyo, la estabilidad, los sueños materializándose en tu mano. Que te riñan, por haber desaparecido, por haber dejado de ser tu y que, a la vez, te agradezcan la vuelta...y te confiesen haberse sentido perdidos en tu agonía, pues tú eras el pilar en que tanta gente se sustentaba. Y que todo eso te haga sonreír, respirar el aire del mar, cerrar los ojos y sentir que vuelves. La sensación de estar en cierto modo perdido, de no entender las cosas que hiciste y por qué las hiciste pero, sobre todo, la buena señal que suponga que no te reconozcas en el pasado, pues significa que vuelves a ser tú misma. La que sólo ríe, la que siempre está, la que ama y perdona, la que se da...sabiendo que todo esto, son vitaminas para el alma. 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Desde entonces

"Este año…

He descubierto que las ilusiones no son tan fuertes como las personas, que se apagan si no se avivan.

He comprendido que, a veces, por muy sincero que sea aquello que sientes es mejor callar, pues ya se sabe lo que se dice: cada uno es dueño de sus silencios pero esclavo de sus palabras.

He comprobado, que las cosas no son siempre como y cuando uno quiere, que todo lleva su tiempo y que incluso, puedes llegar a no conseguir aquello que ansías.

He sabido que sentir dolor es inevitable pero que, sin embargo, sufrir es opcional.

Me he dado cuenta de que debería valorar más todo lo que tengo y no lamentarme por (lo poco) que no tengo, ya que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita.

Y, a pesar de la gran carga de veracidad que tienen los refranes citados, no son todos ciertos, pues a veces es mejor estar mal acompañado que solo. Sin embargo, paradójicamente, sé que debo aprender a racionalizar mis sentimientos y a elegir bien con quién compartirlos.

Pero lo más más más gracioso, es que pese a todo lo que he descubierto, comprendido, comprobado y sabido, yo sigo pensando que las ilusiones son más fuertes que las personas; que cuando se quiere de verdad hay que gritarlo; que siempre que luches, tarde o temprano, obtendrás la gloria; que sufrir es tan necesario como amar.

Así que, solo me queda decirles a todas las personas que han tratado de enseñarme todo eso que su labor conmigo,no tiene fin."



Este texto es del 31 de Diciembre de 2007. Puedo comprobar que sigo siendo exactamente la misma, y posiblemente debería reprenderme por eso. Pues desde entonces hasta ahora he vuelto a caer mil veces en los mismos errores. Y sigo sin arrepentirme. Y sigo eligiendo mal. Y sigo soñando, deseando y añorando. O sea, que sigo sin aprender nada.

¿En qué me convierte todo esto? En una idiota, dirían algunos. En un ángel, dirían otros. En cambio, yo diría que más que convertirme en nada o en nadie, dedico todos mis días -con sus aciertos y sus errores- a reconvertirme en mí misma. No creáis que es cosa fácil, pero lo cierto es que me divierte saber que no hay nada que pueda con esa parte de mi inocencia que, pese a tanto maltrato, nunca muere porque siempre encuentro algo con qué soñar y, en consecuencia, por lo que luchar.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Así, sin más

Me encanta ver a mi hijo reír, llorar, crecer, aprender besar y mimar. Quedarme un rato mirándolo mientras duerme antes de irme a dormir. Siempre dejo la ropa sucia en un rincón de mi habitación en lugar de echarla en el cesto. Estudio en frente del espejo, en voz alta y siempre con gafas. No me gustan los bollos rellenos de chocolate, pero me encantan las palmeras y los donuts de chocolate. Leo antes de dormir y marco con una hojita de papel las frases que más me gustan. Siempre acabo las duchas con un chorro de agua fría. Me encanta que me den las buenas noches, que me sorprendan y que piensen en mi; que quien lo haga dedique dos minutos de su tiempo para hacerlo. No tengo miego a nada, siempre lo arriesgo todo. Nunca me arrepiento de mis decisiones. A menudo me equivoco. Amo intensamente. Agoto todas mis posibilidades, lucho hasta el final, para que nunca tengan que atormentarme las preguntas..¿y si lo hubiera hecho de otra manera? o pensar que he perdido la oportunidad de mi vida. Por eso olvido rápido. Creo en el amor de verdad, el que es para siempre, el que paraliza el corazón con una mirada. Pienso que hay historias que no vale la pena recordar, pues no hay ni un sólo momento que consiga arrastrarte al principio de nuevo. Soy adicta a la cerveza, a los zapatos y a los vestidos. Dos y dos no son cuatro. Sólo hay una persona en el mundo que me conoce plenamente, y ésa es mi madre. Me ducho siempre justo antes de salir de casa, aunque sea la tercera vez del día, aunque sea para pasear al perro o comprar el pan. Tengo pocos pero grandes amigos, que no importa si dejo de verlos uno, dos o cien años, porque siempre seremos los mismos. Nunca salgo a la calle con gafas. Me gusta bailar, reirme y que me acaricien la espalda. Creo que nunca nadie valora nada de lo que tiene. No creo en el arrepentimiento. Me encantan los tallarines del chino y la ensalada de pasta. Mi color preferido es el verde y mi número el 3. No puedo estar enfadada con alguien a quien quiero, aunque no sea mia la culpa siempre acabo llamando. Me gusta hacerles felices, como sea. Todo el mundo se sorprende cuando me conoce. Cuando estoy enfadada escribo todo lo que pienso en un papel, que luego arrugo y tiro a la basura. Nunca es tarde. Cualquier momento es bueno para decir qué sientes, aunque no siempre puedas explicarte por qué.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Ya no está

Hay personas cuya sutileza es grandiosa. Ésas personas que, mientras tú vives tu vida al margen de ellas, velan cada minuto por ti, por tus sueños y por tu felicidad. Sabes que están ahí, y estás tranquilo porque también sabes que nunca se irán, que siempre estarán bajo tu sombra, peleando contra tus miedos por tu felicidad, mientras tú simplemente disfrutas. Porque sabes que por muy malo que sea lo que te pase, o sea lo que sea lo que tú necesites ella estará ahí, para salvarte. Disfrutas y te olvidas del sufrimiento que causas a esas personas que simplemente tratan de hacerse un hueco en tu vida.

Pero un día te despiertas y ya no hay nadie que desee estar a tu lado. No hay nadie que llore de felicidad cuando alcanzas tus sueños y no hay nadie para arroparte las frías madrugadas. Entonces ya no puedes disfrutar tanto porque sabes que te falta algo que probablemente no volverás a tener. Te consuelas pensando que llegará otra persona que ocupe ése lugar...pero no terminas de creértelo porque aunque tú entonces no lo supieras, su sutileza era tan grandiosa como la generosidad de su corazón. Y sabes (porque la vida te lo ha enseñado) que pocas personas existen tan generosas que sean capaces de regalarte su felicidad a cambio de la tuya.

Entonces te maldices. Por haberlo tenido todo y no haberlo valorado, por cuidarte sólo a ti.

"No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes"...Corrección: siempre lo supiste, pero nunca pensaste que lo perderías.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Cierra puertas, abre ventanas

Agazapada, en un rincón de la más lúgubre habitación. La puerta está abierta y da a un pasillo igualmente oscuro, por donde se guían los pequeños demonios hasta lograr entrar en la habitación y así atormentarla un poco más. No corre el aire y ni siquiera el sol, tras la ventana abrigada de gruesas cortinas, se atreve a asomarse. No le importa la oscuridad; es su oscuridad. Forma parte de ella y ve con casi total claridad, pues sus ojos hace tiempo que se acostumbraron a la penumbra de su nueva vida. 

Está cansada. Tiene todos los huesos entumecidos... ese maldito rincón. Pero, de repente, un recuerdo lo cambia todo. Ese sonido, ¿qué era? Era su risa, aquella que nunca se despegaba de sus rostro, ocupando ese lugar incondicional que ahora sólo llenaban sus lágrimas. 

Embelesada por esa hermosa audición se levantó. Apenas le costó...quería encontrarse. Corrió hacia la puerta, la cerró, y cesaron los fantasmas. Nada malo podía entrar, ya nada podía herirla. Se acercó tímidamente a la ventana, corrió las cortinas y el sol la cegó. Abrió los pesados ventanales -mucho más grandes que la puerta- y se enamoró. Se enamoró del sol, de la brisa en su cara y de las flores. El sol había venido a saludarla y a recordarle que nunca se marcharía, la brisa le secó las lágrimas y las flores le mostraron la belleza de la vida que ese rincón le había arrebatado. 

Y así de loca, feliz y enamorada se giró para descubrir que en el rincón de su habitación estaban todos y cada uno de sus pedazos. Pero no tuvo miedo porque, ahora, tenía toda la claridad que el sol le regalaba para conseguir reconstruirse poco a poco, colocando cada uno de sus pedazos en el lugar que le corresponde. Y sabía, que cuando estuviera de nuevo entera, la oscuridad no se atrevería a volver jamás. 

martes, 18 de septiembre de 2012

Querida fatalidad

Ahora resulta que poco o nada queda de aquella que fuiste. De un tiempo a esta parte te has fijado (y te han dicho) que apenas sonríes, que casi ya ni brillas y que tus ojos parecen tristes. Inevitables son las pregunta que inmediatamente te surgen: ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿En qué momento me perdí? Entonces la fatalidad llama a tu puerta y te explica que tus propias fantasías pudieron contigo. Te cuenta que por perseguir lo que amabas te fuiste deshaciendo en pequeños trozos, casi imperceptibles, que se fueron convirtiendo el polvo y que el paso del tiempo fue llevándose consigo como si de un vendaval se tratase. 

Echas de menos enormemente tu sonrisa, tus ganas de saltar, de gritar, de arrasar y de ser tú, ésa que nunca se cansó de ser insultantemente optimista. Así que la fatalidad, tan cruel como había sido, se apiada de ti y te susurra un gran secreto: la esencia nunca se pierde. Tú eres así, por mucho que haga cien años que no sonrías, tu esencia sigue en ti y nunca se irá porque la gente no cambia. Sonríes -esta vez con mucho más entusiasmo del que recuerdas- y despides a la fatalidad...porque tu esencia está a punto de llegar. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Te has olvidado

Has dedicado un tiempo de tu vida a una persona, probablemente bastante más del que merecía. Te ha fallado, una, dos y hasta mil veces. Has vuelto a creer, a querer, a sentir...y a caer. Mientras tú sólo querías que te quisiera, "tu persona" sólo quería quererse aún más. Te pedía y tú dabas...sin recibir nada. Diste tanto tanto que incluso quedaste en deuda contigo misma. Pero resulta que llega un momento en el que apenas sientes, que ya ni te duele. Y que entre tanto dar, amar, cuidar, mimar, caer, sufrir, llorar... te has olvidado de lo más importante. Te has olvidado de ti.

Renace, saca las alas del baúl y vuelve a volar.